lunes, 17 de mayo de 2010

Tú puedes.

Cuando empiezas a tocar el reloj, y sus agujas condenan tu existencia, a avanzar sin retroceso, sin oportunidad de rectificar en la misma circunstancia, que te llevó a lanzar la espada, para cubrirte con el escudo.
Y te golpea, y vuelve a golpear, el mismo miedo, el mismo sueño roto, celoso porque tengas un poco de afán o esperanza de lograrlo.
En tus ojos brilla la convicción, el fuego lento de la esperanza, del poderoso valor armado con alas de plata y con aliento de ventisca. Es dueño de tu corazón, la determinación dorada de entender que el conflicto, no es más que otra batalla que ganar.
Las armas son distintas e incluso las circunstancias, peleas sin saber cómo reaccionarás, pero con la experiencia de haber batallado antes.
¿Quién ganará?- Es la duda que oscila dentro de tu cabeza.
¿Quién lo hará?- Es la incertidumbre que no cesa.
Vuelve, coge la espada, agarra fuerte el escudo y...dále una paliza.


Poder no es querer, querer es poder.

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