domingo, 16 de octubre de 2011


La crónica forzada por los impulsos de una aceleración no experimentada:

Irremplazable como la voz tenue y cálida que se presentaba en mis oídos en forma de música.
Alguien musitaba, recalcaba en sus palabras la belleza única que le había sido otorgada.
Era agradable de escuchar, como cada nota frágil y danzante escudriñaba el aire y lo hacía retorcerse hasta volverse como las estrellas al deslizarse en la noche y estallar en la mañana. Sin lugar a dudas, sacudía lo más primitivo de mi alma...
Una salvaje carcajada iba y venía, desvistiendo la música con su carisma.
¿Es una ninfa? ¿Qué extraño ser es éste, que logra aturdir mis sentidos y entorpecer mi capacidad de razonar?
Eras tú. La sorpresa más grande. El instante más precioso de mi vida. La casualidad hecha y escrita, en un entrañable guión.
Frente a mí se alzaba algo diferente, que nunca hubiese imaginado. Visto de manera común a los ojos ciegos e insensatos, de quiénes no saben apreciar la única y verdadera belleza, que ha tambaleado los cimientos de mi ser pleno de inocencia.
Tu voz seguía recitando, cabalgando entre palabra y palabra, tratando de decirme que...Escuchara. Simplemente eso: Escucha mi cantar.
Y todo lo que yo debía decir era: Nada. A falta de vocablos que expresaran mi eterna gratitud, por rescatarme de la mierda, sólo pude decir: Nada.
Quedarme fijamente mirándote, contemplándote, deseándote cada vez que tus ojos avellanos se entrecruzaban con los míos sílabas mudas...punzantes, como la mirada salvaje que renacía de tus dos montañas rendidas a tu otoño mojado por tu risa...
Lo sé, lo sé...Ya vuelvo a enloquecer y desvariar. Plácidamente, delirar...
Como un loco que busca desesperadamente su medicina y al encontrarla, primero la admira y luego la toma con tal ansia, que la posee por unos minutos y la recuerda toda la vida.
Así te siento yo: Como una chispa. Como la chispa que prende desde mi pecho y hace enmudecer, hasta la tristeza compañera de largos viajes de la adolescencia y de la vida.
Tú has hecho volar mis alas, las puertas de mi aliento, que ridículamente buscan sustentarse en el viento próximo de tus comisuras, que desatan la fiebre inextinguible, de quién necesita envenenarse y nunca tiene suficiente...
Dáme más, no te pido nada más que eso. Contrariedad la de mi consciencia...Tal vez, pero sólo quiero probar bocado de esta sensación que me hace amanecer una vez más....A tu lado.
El pensamiento es voraz, como lo son también los años si los descuidas, igual que los sentimientos que inventan al tocarse una flor con otra, y sentir, sentir la pasión que sólo...esa flor podrá darte a partir de ahora.

Gracias por devolverme la vida.

martes, 4 de octubre de 2011

Monstruo.

Despreciable lector,
otra vez debes haber olvidado que es lo que te trae aquí. Yo te lo recordaré: Sed de sangre, de mi sangre, cada vez que escribo de mi propia conciencia...
He vuelto a transceder de mis propios límites, sobrepasando así mismo las reglas del juego. He burlado al propio bufón, al arlequín enfático que espera siempre el comentario más ingenioso para destriparlo y usar su lengua bípeda y sarcástica, y llenar las hambrientas panzas de los elitistas sin escrúpulos...
Francamente: Despreciable. Ridículo, como cada hora mal gastada en comentar el sarpullido que me desgarra en su palabrerías de éticas y de deslizantes equivocaciones a lo largo del día.
Sí...Insólito como una rozadura puede volverse en el monstruo que trataste de ocultar.
My little confesor. El drácula de mis historias de terror, el amigo obsesionado con vengarse desde párvulos, el señor invisible pero vestido con un abrigo largo...
El mentiroso.
Definitivamente...El que sacude tétricamente tus cimientos y hace que las cosas que crees complejas, se tornen...aún más complejas.
Él es yo, y yo soy él. Somos las almas hirientes de un relato de Zweig...Pero yo no trataré de suicidarme, sólo de aceptar qué consecuencias he traído.
El reflejo de mi monstruo, ese que apremían tanto los cínicos, porque sólo saben valorar su crueldad...Esa que hipócritamente critican cuando alguien se vuelve como él.
Todos y cada uno de vosotros sóis monstruos, sedientos de sangre, de carne...de mi propia pluma. De mi propio ser...extasiado por su única droga: La herida.

sábado, 1 de octubre de 2011

Comas y comas.

Ante tanta objeción tuve que poner orden a mis ideas. Era francamente devastador el panorama. No existía ni una breve pausa o coma textual que hiciera derretir ese colérico instante.
Sólo puntos sobre puntos que se perseguían a sí mismos y eran bien capaces de ponerle un final temporal a todo.
¿Ridículo cierto? Eso pensé entonces. Antes de nutrirme con tanta obsesión conspiratoria que giraba entorno a una falta de comas de pausas de...

Silencios simples sin disfrazar.
Hasta ahora no me había dado cuenta de la importancia de éstas y pude suplir su ausencia con la incorrecta forma de sustituir lo destituible...
Al fin y al cabo nada es irremplazable...Es la noción básica que se aprende con la vida.