miércoles, 28 de marzo de 2012

Ataques de ansiedad.

Rezo continúamente para no hallarme en el punto de partida, hacia la catástrofe de mil nombres, y de viral forma. Que condiciona todas mis ausencias y que reconoce la ansiedad perpetuada en la vulnerable humanidad atraída a tu desorden personal.
Se contraen mis nervios ahorcándome en el nudo principal, satisfaciendo los principios propios de un aturdimiento consentido. Empiezo a enumerar cada uno de mis grandes y pequeños crímenes, asociados a esa atracción gravitatoria que desaprueba mi moral, por convertirse en una seguidora de tu desorden diario. Y en silencio muerdo las pruebas que enlazan la verdad con la intuitiva forma de querer ocultar la clara aprensión que me crea, la bipolaridad de mi propia conducta.
También entra la dinámica de salvaguardar con elegante apariencia el engaño consumista que pretende desviar la atención y fijar sus lamentaciones en una indiferencia casi apática e insubordinada, para que los celos sean simples fugas de una personalidad confrontada consigo misma.
Así trataremos de obviar el desliz que me apabulla, en la gestación de la ansiedad y de la tristeza que conforma pensar, que el revestimiento de tu cuerpo lo hacen otras manos más simples que las mías, con más o menos arte, con tan desgraciada forma que hacen de tu felicidad mi complejidad desde hace días.
La vóragine azul del próximo desaliento, es tuyo. Que mío sólo me quedan los deshechos de mi silencio amotinado en el desastre consciente. Libre recorreré las últimas calles dónde perdida encontraba alguna razón para ser valiente, en la ideada batalla por ganar un poco más de confianza y saber empezar allí dónde tú estabas.
Nunca comprenderías que he sentido hasta ahora.
El magnífico proceso de evolución emocional en contraposición ante la lógica.
La experimentación física de los síntomas.
La ideología clásica modernista...
La intensidad de la vida, puesta encima de toda esta coraza.

Nunca comprenderías. No lo sabrías. Porque son sentimientos humanizados que se extienden dentro de la rareza.
Ahora prácticamente aludirías al silencio, y yo a la huelga silenciada.
Quiero tu revolución.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Ataques?

Miedo! Es genial el miedo a vivir.
Sucede, y apasiona.