miércoles, 16 de junio de 2010

No sé, porqué.


Cuando intento escribirte desde los ecos mudos, de alguna lágrima triste, que quedó marginada en el tiempo y que ahora sale, tras la lluvia, para volverte a recordar y despedirse una última vez.
Con la voz trémula, áspera y en un tono bajito, procuro repetir exactamente las mismas palabras, que un día tuvieron que salir de mis labios. Aunque fuera la opción opuesta de la que deseaba, pero las circunstancias no barajaban las mismas cartas,que tenía en la mano y fue la elección oportuna, a los préteritos imperfectos que fundamos.
Dudosa, cómo un término a medio escribir, un esbozo a medio dibujar y una coma puesta en otro lugar, en vez, de el que le pertoca, yo encontré la pausa en el sitio equivocado, como si fuera en el patio de mi recreo, estaba refugiándose de los días en que el olvido silenció sus pasos.
Tampoco sé muy bien que contarte, han transcurrido miles de horas viajantes, de un lado para otro y del otro para el del más allá. Mi mente ha sufrido un colapso y he tenido que reiniciar todo el proceso de asimilación, empezar por descartar tu nombre y hacer figurar uno imaginario, para que el trayecto sea corto.
Y poniendo un pie y luego el otro, he logrado vestir mi cuerpo, sin la ayuda del falso valor, pues el engaño hacía sus guiños, fingiendo que lo ocurrido sólo era un sueño atroz. Las fauces de ese lobo ilusorio o no, ya me habían asustado, cuando escuché los aullidos de la desesperación ,llamando a mi puerta, advirtiéndome de lo que se avecinaba...
Y cuando frunciste el entrecejo, y una mueca insegura hizo ademán de proseguir...
supe que el día más funesto para mí, era áquel. No me digas cómo pasaba el tiempo, sólo sé que aquel día, algo más en mí se detuvo.
"Debemos hablar"-Dijiste con tono severo. Y me estremecí en el mismo momento en que balbuceaste esas dos palabras, con un gran contexto...pero con un final plausible, después de todo. El posible sólo era uno: "Despídete. Ahora que sabes cómo decir <
>. Sigo pregúntandome qué hubiera pasado de haberte esforzado un poco, por lo que teníamos, aunque fuera minúsculo se las daba de grande y yo como un pecezito fiel, nadaba a contracorriente, sin importarme el qué, cómo y porqué. Ahora, de lo único que me arrepiento es de no haberte preguntado una vez más, cómo tantas: ¿Por qué? ¿Por qué rendirse te supo tan fácil?, y ya lo ves, ese es el origen de mi baivén. El no saber entender, porqué.
Custodio como gran tesoro, los pequeños recuerdos que dejaste en mi cuarto, ya permanente, de los continuos y alejados ecos...del olvido.


No sé, porqué, porqué fue fácil, cerrar los ojos y no volver.






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